Discurso de Sir Alan Duncan en la Conferencia de Chatham House sobre América Latina 2018
El Ministro de Estado para las Américas de la Cancillería británica, Sir Alan Duncan, pronunció un discurso sobre Venezuela en la Conferencia de Chatham House sobre América Latina 2018.
Es un placer estar aquí hoy para hablar sobre América Latina, y un honor estar en tan buena compañía. El Reino Unido está expandiendo su alcance y actividad en la región. Un buen ejemplo de ello es la evolución de nuestra relación con CAF - Banco de Desarrollo de América Latina, cuyo Secretario General, Victor Rico, inauguró el evento de hoy.
El Reino Unido quiere ser un socio cercano en la próxima etapa del desarrollo de América Latina. Nos ha impresionado el éxito económico en países como Chile, México, Colombia y Perú, y en economías más pequeñas como República Dominicana y Paraguay. Las políticas basadas en el libre comercio y en una mayor apertura económica han contribuido a un crecimiento estable y al auge de una creciente clase media.
También estoy encantado de estar compartiendo esta plataforma con Jorge Faurie, y me gustaría registrar aquí el fuerte apoyo del Reino Unido a la agenda de reforma y al plan de estabilización económica del Presidente Macri, y a la determinación de las autoridades argentinas de enfrentar los desafíos actuales para alcanzar la estabilidad económica a largo plazo. Durante los últimos dos años nuestras relaciones con Argentina han mejorado dramáticamente, queremos que continúen en esa dirección.
Esas son las buenas noticias. Sin embargo, hoy quiero enfocar mis comentarios sobre un país que ofrece un fuerte contraste: Venezuela. Haré esto porque es un Estado fallido que presenta la crisis económica y humanitaria más profunda que haya sido creada por el hombre en la historia moderna de América Latina. Su impacto negativo, vívidamente ilustrado por el éxodo de más de dos millones de personas que han huido a otros países, representa un desafío sin precedentes para la región. Quiero tomarme el tiempo de preguntar cómo llegó Venezuela hasta acá, y qué puede hacerse al respecto.
No podemos hablar sobre Venezuela sin comprender el papel central que ha jugado el petróleo desde inicios del siglo veinte. Venezuela fue uno de los miembros fundadores de la OPEP. En 1961, un reporte del predecesor de Chatham House, el Real Instituto para Asuntos Internacionales, destacó que “durante el último cuarto de siglo, Venezuela ha sido una de las economías más dinámicas en el mundo”. Las décadas de los sesenta y los setenta vieron al país disfrutar de una relativa estabilidad política y uno de los PIB per cápita más altos de la región.
Pero, fue también un período que vio a Venezuela hacerse cada vez más dependiente del petróleo, de una forma que atrofió el potencial de desarrollo en otros sectores de su economía. Incluso el para entonces Ministro de Petróleo, Juan Pablo Pérez, se refirió al petróleo como el “excremento del diablo”, haciendo referencia al desperdicio, la corrupción y la deuda que frecuentemente se asocian a este recurso natural. Conforme los gobiernos sucesivos se hicieron adictos al petróleo, y el precio fluctuó, las décadas de los ochenta y los noventa vieron a Venezuela dar tumbos hacia adelante y hacia atrás entre la prosperidad y la debacle.
Esto no fue sorprendente, dado que el petróleo llegó a representar casi tres cuartos de los ingresos totales por exportaciones de Venezuela, mientras que simultáneamente la política económica era mal administrada y los gobiernos no fueron capaces de implementar un cambio estructural. Cuando el precio del petróleo cayó a $9 por barril en 1999, por supuesto que los venezolanos estaban listos para un cambio. Durante este periodo de turbulencia económica, el sistema bipartidista tradicional perdió su credibilidad. Hugo Chávez, un populista “ajeno” al sistema que desafiaba el estatus quo, parecía ofrecer algo nuevo.
Para comenzar, lo que ofreció parecía funcionar. Sus políticas iniciales podían caracterizarse como relativamente moderadas y ortodoxas en un sentido amplio, un modelo mixto que no era hostil hacia el capital extranjero. Buscó incrementar los ingresos ordinarios no procedentes del petróleo, reducir el tamaño del sector público e invertir en proyectos de capital. Introdujo incentivos para estimular la inversión privada y usó el crecimiento económico para reducir la desigualdad a través de una mejor distribución de la renta petrolera. Por supuesto, contó con la ayuda de un agudo incremento de los precios del petróleo, a más de $100 por barril para mediados de 2008. Así que, en sus primeros años, la economía venezolana estaba en una forma razonable, con un PIB que aumentaba, una reducción del desempleo y un déficit fiscal estable. Cifras de la Naciones Unidas sugieren que los niveles de pobreza en Venezuela se redujeron a la mitad entre 1999 y 2012.
Lamentablemente, estas estadísticas relativamente positivas enmascaraban problemas estructurales más profundos que la ideología cada vez más radical de Chávez, su arrogante “Socialismo del Siglo XXI”, estaba empeorando significativamente. Incluso en los “buenos tiempos”, el gasto superaba los ingresos, y entre 2001 y 2011, Venezuela y la compañía estatal petrolera PDVSA emitieron alrededor de $50 mil millones en deuda nueva a tasas de interés cada vez más altas. Luego vino lo inevitable: desequilibrios fiscales llevaron a la devaluación, la cual llevó al incremento de los precios.
Para controlar la inflación, Chávez introdujo controles de cambio y controles de precios, sobrevalorando el Bolívar frente al Dólar y reduciendo la competitividad de las exportaciones no petroleras. La mayor radicalización política, que incluyó la expropiación de compañías extranjeras, empezó a ahuyentar a los inversionistas extranjeros y a animar a la clase media a invertir en otros lugares o a buscar trabajos fuera de Venezuela, inclusive mientras el consumo interno parecía estar en pleno auge.
Para 2012, Chávez estaba dirigiendo una economía que era volátil e inestable, con alta inflación y una moneda sobrevalorada. Dependía cada vez más de una industria petrolera cuya producción estaba cayendo, a pesar de un período inusualmente largo de altos precios mundiales del petróleo. Era ineficiente e insostenible. En resumen, Chávez había malgastado los enormes ingresos petroleros que pudieron haber construido un éxito económico duradero.
Seamos muy claros sobre esto: el colapso económico fue totalmente autoinfligido. La podredumbre que había comenzado bajo Chávez, se asentó más profundamente bajo el régimen de Maduro. PDVSA fue destruida por la injerencia política y el despido de miles de expertos petroleros competentes.
La mala gestión llevó a la reducción de la producción petrolera a la mitad mientras caía el precio del petróleo. La hiperinflación se asentó a medida que los controles a las importaciones y las tasas de cambio fijas disminuyeron el abastecimiento de bienes. El gobierno imprimió dinero para financiar sus déficits. El mercado negro creció y el resto de la economía colapsó.
Los controles de cambio y de precios crearon enormes desequilibrios económicos, que a su vez generaron incentivos masivos para la corrupción y las actividades ilegales, pero lucrativas, dentro de los círculos de gobierno. De acuerdo al Financial Times, el gobierno venezolano recibió un billón de dólares en ingresos durante el auge de los precios del petróleo entre 2003 y 2012, de los cuales se dice que $300 mil millones fueron robados o malversados.
En noviembre de 2017, los niveles insostenibles de deuda forzaron al gobierno a no pagar los intereses correspondientes a dos bonos soberanos, y eso llevó a un default acumulado que alcanzó actualmente los $6 mil millones. El hinchado sector estatal ha exprimido lo que quedaba del sector privado. Lo que quedaba de los sectores manufactureros y agrícolas internos ha sido destruido o expropiado.
A pesar de que el gobierno venezolano practica el engaño estadístico, como todos los regímenes autoritarios que quieren ocultar el impacto negativo de sus políticas, sabemos que las exportaciones se han reducido a la mitad desde 2008. La deuda se ha triplicado. El PIB ha caído en un tercio.
Esta decadencia económica se ha traducido en una profunda miseria para la mayoría de los venezolanos. El poder adquisitivo de cualquier ciudadano que no se encuentre entre los pocos privilegiados que pueden manipular las distorsiones de precios y los múltiples tipos de cambio ha sido destrozado por niveles de hiperinflación que no se veían en América Latina desde los ochenta.
El costo social de esta mala gestión económica es duro. Para 2014, las tasas de pobreza habían regresado a sus niveles de 1999. De acuerdo con la ONU, actualmente más de cuatro quintos de la población venezolana está en la línea de la pobreza. Los pobres son más pobres, están más expuestos a las enfermedades y son más vulnerables a la desnutrición que en cualquier otro momento desde los noventa.
De todos los estratos sociales, los que pueden se van. Más de 2.3 millones de venezolanos se han refugiado en el extranjero – 1.6 millones desde 2017, de acuerdo a la Organización Internacional para las Migraciones. Alrededor de 5,000 personas cruzan diariamente el puente en un solo puesto fronterizo, Cúcuta en Colombia. Esta es una de las crisis migratorias más grandes que haya enfrentado América Latina. Su escala es comparable a lo que ha ocurrido en Yemen o Siria, y es una inversión trágica de la generosidad mostrada por Venezuela a los refugiados e inmigrantes de otras partes de América Latina durante el último siglo.
Además de causar daño en su propio país, Maduro también es acusado de permitir que grupos armados ilegales y bandas criminales se refugien en Venezuela. Esto incluye a disidentes de las FARC que se rehusaron a participar en el proceso de paz de Colombia, y también al ELN, otro grupo guerrillero que está librando una campaña brutal de violencia en las comunidades vulnerables. Maduro también ha avivado tensiones con imprudentes incursiones militares a lo largo de las fronteras con Colombia y Guyana.
El doble crimen de Maduro es que su destrucción de la economía ha sido seguida por el socavamiento sistemático de la democracia. Ahora vemos una creciente represión política bajo Maduro, a medida que el régimen busca asegurar que su círculo interno continúe disfrutando del acceso exclusivo a las rebanadas de un pastel económico cada vez más pequeño. Para lograr esto, es necesario excluir a otros. Maduro no deja espacio para una democracia genuina, ni espacio para desafíos políticos por parte de una oposición libre. Durante los últimos dos años, hemos visto la manipulación de una elección tras otra, culminando en mayo pasado con unas elecciones presidenciales que pocos fuera del mismo gobierno consideraron libres y justas.
También hemos visto un esfuerzo sistemático por ignorar e intimidar a la Asamblea Nacional, la cual fue elegida en 2015, en unas elecciones que fueron la primera gran derrota electoral del Chavismo. La oposición política aseguró la mayoría con 56% de los votos en un contexto de altos niveles de participación, en una clara señal de que los venezolanos no querían seguir al régimen hacia el camino ruinoso por el que Maduro y sus secuaces deseaban llevarlos.
La victoria de la oposición amenazó a la cleptocracia facilitada por el Estado del modelo de Maduro. Así que él confeccionó una Asamblea Constituyente artificial, totalmente carente de legitimidad democrática, que se creó para cumplir las órdenes del régimen. Y vimos un esfuerzo sistemático por socavar o controlar lo que quedaba de las instituciones democráticas de Venezuela, incluido el poder judicial, las autoridades electorales nacionales y los gobiernos locales. Lo que queda es un régimen corrupto y autoritario que preside una economía en bancarrota.
Recientemente, nos conmocionó la muerte del político opositor Fernando Albán, mientras se encontraba detenido por el servicio de inteligencia venezolano SEBIN. También por la detención ilegal del diputado de la Asamblea Nacional, Juan Requesens. Estos son síntomas, junto con la reciente represión brutal de las manifestaciones en Venezuela, de un gobierno cada vez más intolerante que recurre a la represión para aferrarse al poder.
No tenía que ser así. Hay muchos otros países en desarrollo y de ingresos medios en el mundo, que también dependen del petróleo u otro recurso natural, los cuales han continuado creciendo. Chile depende en gran medida del cobre. Colombia depende sustancialmente del petróleo, y además sufrió un conflicto interno devastador durante décadas. Sin embargo, ambos han mantenido el crecimiento y han mostrado resultados impresionantes en su desarrollo social y económico, incluso durante la reciente desaceleración económica en América Latina. Mirando hacia otras regiones, los países del Golfo han resistido el impacto de precios más bajos del petróleo desde 2014, debido en gran parte a las grandes reservas financieras que acumularon durante los buenos tiempos.
En años recientes, las bajas tasas de interés en las economías avanzadas han impulsado niveles récord de flujos de capital hacia los mercados emergentes. Venezuela, con sus gobiernos ideológicos y una economía mal administrada, perdió por completo esta oportunidad.
Una catástrofe hecha por el hombre requiere soluciones hechas por el hombre, y preferiblemente que se originen en Venezuela. Esto requeriría una actitud diferente, y quizás de diferentes personas al timón. Venezuela puede regresar a políticas económicas sensatas, con el apoyo de organizaciones regionales e internacionales como el Banco de Desarrollo de América Latina, el FMI o el Banco Mundial.
Venezuela puede revertir la fuga de cerebros al atraer nuevamente la riqueza del talento disponible en la diáspora venezolana. Puede rescatar a PDVSA de su colapso aprovechando la experticia de un sector internacional de petróleo y gas que está listo para trabajar con un país que tiene las reservas de petróleo más grandes del mundo y depósitos de gas substanciales. El resurgimiento de la industria petrolera será un elemento esencial en cualquier recuperación y puedo imaginar que compañías británicas como Shell y BP querrán ser parte de ello.
También se requerirá de consenso político, no polarización; un gobierno transparente, no engaños patrocinados por el Estado; y la voluntad de escuchar a quienes no están de acuerdo con el gobierno, en vez de perseguirlos por disentir.
En noviembre de 2017, la Unión Europea acordó por unanimidad un régimen de sanciones. Hemos impuesto medidas selectivas a 18 altos funcionarios responsables de abusos contra los derechos humanos y de socavar la democracia y el Estado de derecho. Siempre hemos dejado claro que estas medidas pueden levantarse, tan pronto como el gobierno de Venezuela corrija esta situación. Continuamos trabajando de cerca con la Unión Europea y socios regionales e internacionales. Instamos al gobierno venezolano a sostener negociaciones serias y creíbles con la oposición; respetar las instituciones democráticas; garantizar elecciones libres y justas; y liberar a todos los presos políticos. Hacemos un llamado a respetar la libertad de los medios de comunicación y los periodistas que trabajan en Venezuela.
En una respuesta sin precedentes, los vecinos regionales de Venezuela han solicitado una investigación ante la Corte Penal Internacional sobre las acusaciones de crímenes de lesa humanidad. Han citado más de 8,000 ejecuciones extrajudiciales, 12,000 arrestos arbitrarios y la detención de 13,000 presos políticos.
La estabilidad y la recuperación económica no se lograrán de la noche a la mañana. Requerirán uno de los mayores rescates financieros internacionales de todos los tiempos y una enorme movilización de recursos internacionales. El Reino Unido está listo para desempeñar su papel. Nuestro compromiso con Venezuela es histórico: se remonta al nacimiento de la República a principios del siglo XIX, cuando brindamos más apoyo diplomático y material que cualquier otra potencia extranjera al Gran Libertador, Simón Bolívar. Las compañías británicas tienen una larga historia de inversión en el desarrollo económico de Venezuela y siguen comprometidas a continuar invirtiendo cuando las condiciones sean las adecuadas.
Por supuesto, preferiríamos una solución venezolana, pero esto se ha convertido en una crisis regional que requerirá una respuesta regional y global concertada. La situación necesita una intensificación de la presión externa.
Respaldamos totalmente a los países del Grupo de Lima en sus esfuerzos por buscar una solución regional a la crisis.
Seguiremos apoyando el régimen de sanciones de la Unión Europea y consideraríamos nuevos regímenes junto a nuestros socios internacionales. Todas las opciones permanecen abiertas.
Esto debe incluir, espero, una determinación de los estados caribeños que reciben petróleo venezolano suministrado por Petrocaribe para resistir la influencia inapropiada sobre sus políticas exteriores. Por el momento, estamos comprometidos en trabajar con las agencias de las Naciones Unidas, con la Unión Europea y con los vecinos de Venezuela para ayudar a mitigar el impacto humanitario de una crisis que desborda las fronteras del país.
Hoy he pintado una imagen sombría de un rincón de la extraordinaria región que conocemos como América Latina. Lo he hecho, en parte, para resaltar el contraste con lo que está sucediendo en otros lugares.
Deberíamos celebrar, por ejemplo, la creciente resiliencia de la democracia latinoamericana, como muestran las exitosas transiciones democráticas este año en Colombia, Perú, México, Chile, Paraguay y, en breve, Brasil. Debemos alabar el creciente compromiso de la región con el libre comercio, que ofrece maravillosas oportunidades para el Reino Unido mientras salimos de la Unión Europea. También debemos reconocer, a pesar de algunas excepciones, la adopción por parte de América Latina de políticas que reflejan las preocupaciones basadas en valores liberales de una población cada vez más educada: desde la intolerancia a la desigualdad y la corrupción, al apoyo a los derechos LGBT y la generosidad hacia los inmigrantes, de la cual los venezolanos que huyen de su país son beneficiarios notables.
Desde que William Hague, como Canciller británico, lanzó la Agenda Canning en 2010, el Reino Unido ha tratado de aumentar su inversión, su atención y su foco en América Latina. Esta es una política consistente, una política de acercamiento y asociación, la cual continuaremos construyendo una vez que hayamos salido de la Unión Europea. Como Viceministro para Europa y las Américas, ese es un compromiso que me complace reafirmar con ustedes el día de hoy.
Updates to this page
Publicado 25 octubre 2018Última actualización 25 octubre 2018 + show all updates
-
Added a translation.
-
First published.